En estos tiempos que corren, internet está en boca de todos. En las noticias se habla sobre las cuentas de Twitter de los deportistas; los escritores y periodistas abren blogs, con cierto aire «underground» en los que expresan sus opiniones sin la presión de la censura, mientras las celebridades locales cuelgan fotografías de sus viajes y fiestas en Facebook, para el deleite de sus legiones de fans.
Aceptémoslo, la red ya forma parte de nuestras vidas, hasta tal punto que la mayoría de nosotros ya no sabríamos vivir sin ella, y es por este motivo que muchas de empresas intentan adaptarse a este cambio de mentalidad, más global, en el que ya no existen limitaciones geográficas para encontrar nuevos clientes.
De todas formas, tener presencia en internet no se limita a contar con una página web corporativa, aunque, sin duda, es el punto de partida. Para que nuestro negocio online funcione, hemos de aprovechar todas estas herramientas que tenemos al alcance de la mano como webs, blogs o redes sociales, que por si solas no sirven de mucho si no tenemos en cuenta lo más importante: el factor humano.
Por poner un ejemplo, tener una cuenta corporativa de Twitter puede ser algo enormemente provechoso para contactar con los clientes de manera informal e inmediata, ya que es un medio que se presta mucho más al debate, que el clásico email, que por otra parte resulta aburrido y poco eficaz.
Podemos empezar por algo sencillo, como animarles a que nos hablen sobre sus inquietudes acerca de nuestros productos o servicios. Poco a poco, los posibles clientes terminarán habituándose a esta vía de comunicación y a ese trato cercano, lo que seguramente les llevará a plantear preguntas más elaboradas o incluso a hacernos recomendaciones o sugerencias sobre como mejorar en el futuro. A la larga, el resultado será que el cliente se sentirá escuchado, al ver que existe alguien al otro lado, dispuesto a resolver cualquier duda que le pueda surgir, lo que se traducirá en una mayor nivel de confianza hacia nuestra empresa.
Igual que esto, tener un blog personal o una página en Facebook, puede ayudar a reforzar la imagen de nuestra marca. No todo se limita en tener cientos o miles de fans, sino en hacer que los que tengamos reciban un buen servicio y nos conozcan a un nivel más personal, descubriendo nuestros gustos y filosofía de trabajo. Se trata de conectar emocionalmente, compartiendo con ellos, información que les pueda resultar útil, no de hacernos publicidad o darnos autobombo. Debemos crear un valor añadido, para que cada visita a nuestra web se convierta en algo interesante, o lo que es lo mismo, debemos de darles un buen motivo para volver, independientemente de que sean clientes o no.
Resumiendo, tener presencia en internet es prácticamente obligatorio hoy por hoy, pero lanzarse a crear decenas de cuentas sociales, que se actualizan de forma automática, no nos harán más que perder tiempo y dinero. Lo mejor es centrarse en unas pocas y mantenerlas actualizadas de forma adecuada y regular, porque de este modo, ofreceremos una mayor transparencia, y también una doble vía de comunicación que nos proporcionará el feedback más sincero.
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